Acude con la felicidad dibujada en la cara y con la sonrisa puesta. Resuelta y decidida, se mueve y expresa con cercanía, soltura y cierta celeridad. Asegura que aún no le ha dado tiempo a echar de menos la competición (anunció su retirada del atletismo el 18 de octubre) y que el “duelo” ya lo pasó con las lesiones. Sostiene que tiene un carácter moderado, aunque más marcado de derechas, y que nunca le han interesado los extremos. Le gusta patinar y los toros y se declara devota de la Virgen del Carmen. Se suele mover en coche, si bien el cuerpo cada vez le pide más andar, y reconoce que le resulta imposible romper el cordón umbilical que le une a su entrenador Ramón Torralbo, –“mi 50%”, precisa orgullosa–. Ha hecho teatro y ahora hace vida de barrio. Es Ruth, Ruthy para su hermana, Ruzy o un sinfín de apelativos parecidos. “Mira que mi nombre es corto, pero me llaman de todo. Eso sí, todos cariñosos”, puntualiza antes de explicar que su pareja le llama cariño. “Cuando me llama por mi nombre entonces me preocupo”, dice. Y vuelve a reír.
Pregunta.– Lo del mal de altura no va con usted, ¿no?
Respuesta.– No. Y además ahora, tras mi retirada, estoy disfrutando de la montaña y descubriendo que aún se puede subir más alto.
P.– El deporte de élite exige mucha disciplina y sacrificio, también en la mesa. ¿Algún problema en todos estos años?
R.– Pues mira, no. Porque siempre me ha encantado comer sano. Y sigo haciéndolo. Salirse de la dieta en España es muy fácil. Tenemos una gastronomía increíble pero tú eres quien decide si te sales o no de la dieta. De todas formas, no hace falta echarle muchos mejunjes a un pescado a la plancha para que esté delicioso.
P.– Con su retirada de la competición el atletismo español ha perdido a su mejor estrella. ¿La ganará ahora la política?
R.– La ha ganado Tetuán [el barrio donde vive desde abril]. Yo sigo haciendo lo mismo. Quizá ahora disponga de más tiempo, pero todo lo que hago lo hago al 100%. Y sigo representando a los cántabros y llevando el deporte al Parlamento en nombre del Partido Popular.
P.– ¿Se atreve a dar el salto a la escena nacional o ese es un listón muy alto?
R.– Es un listón que no depende de mí. En cualquier caso, siempre he estado dispuesta a barajar cualquier oportunidad que me dé la vida. Ahora voy a empezar a dar clases en la Universidad Europea del Atlántico. Reto a reto. Pero la verdad es que nunca me lo he planteado. Vivo muy el día a día. Prefiero disfrutar de los pequeños momentos porque, de lo contrario, te pierdes cosas.
P.– La cocina, ¿entiende de política?
R.– Sí, me imagino que sí, como cualquier otra profesión. Los comensales podemos disfrutar de una gastronomía maravillosa y espero que nadie haga agravios comparativos a un alimento por proceder de un lugar u otro. Yo al marisco gallego no le digo que no. Ni a las fabes asturianas, ni tampoco a unos calçots catalanes.
P.– Entonces, ¿qué son las pizzas de Casa Tarradellas?
R.– No lo sé. No como nada industrial. Soy del buen hacer.
P.– ¿Por qué se ‘cocinan’ tanto las encuestas?
R.– Depende de cómo lo sazone cada persona, del prisma de cómo mires el plato. Puedes comer un poquito más salado o más soso. Y habrá a quien el mismo plato le parezca que está muy salado y a otros muy soso.
“Vivo muy el día a día. De lo contrario, te pierdes cosas”
P.– Afirma que nunca miente. Así no le auguro una carrera política demasiado prometedora.
R.– Lo que procuro es evitar decir lo que no pienso. No se debe mentir. Nunca miento. Y me ha ido muy bien en el deporte. Con honestidad y limpieza he llegado a donde he querido.
P.– Embajadora del sobao pasiego y de la quesada; cofrade del queso de Cantabria y de la anchoa y Orujera Mayor. No gana usted para títulos.
R.– Ser embajadora de un producto de tu tierra es un placer. Cuando te metes en el bucle cofradía te metes en un ambiente fascinante e increíble. Pero creo que deberíamos hacerlo un poco más visible para la juventud. Y sí, no paro de recibir títulos y distinciones. Es un orgullo. Acaban de nombrarme Alcaide de Honor del Museo Provincial del Vino de Valladolid. Soy muy de Cantabria, pero estoy totalmente abierta a otros productos de fuera de la región.
P.– ¿Cava o champán?
R.– Umm (se lo piensa). No soy de burbuja. Prefiero un blanco del Asón, un Micaela o un Ribera del Duero.
P.– Asegura que le encanta cocinar. ¿Le sale algo de campeonato?
R.– Eso está fatal (se ríe). Soy de cocina tradicional y es muy, muy difícil superar a una madre. Yo en lo único que he superado a la mía es en las lentejas. Las bordo. De todos modos, en mi casa nunca faltan anchoas y jamón. Yo soy salada. No se me ocurre poner un postre. Pongo aperitivo y al postre ya no llegamos.
“La derrota es amarga, pero siempre la puedes endulzar”
P.– Qué es lo único que nunca se salta.
R.– La puntualidad. Si voy a llegar cinco minutos tarde, aviso. Prefiero esperar a que me esperen.
P.– ¿Hay algo que no haya conseguido ni a la de tres?
R.– Uyy!!! Lo cierto es que soy muy perseverante. Es el valor que más llevo a fuego. Además, mi nombre empieza por la letra ‘erre’, así que yo erre que erre (se ríe). Por otro lado, en la vida más que objetivos me marco sueños. Pero alcanzables.
P.– ¿A qué sabe una victoria?
R.– A trabajo y sacrificio. A perseverancia. A 50% de mi entrenador. El sudor es salado.
P.– ¿Y una derrota?
R.– Amarga!!! Pero siempre la puedes endulzar. En el atletismo siempre he tenido una nueva oportunidad.
P.– Dígame la verdad, ¿jugaba en el sorteo de Navidad al 155?
R.– (se ríe de nuevo) No. Este año ha fallecido Ángel Nieto, una figura del deporte que odiaba el número 13. Yo, sin embargo, he jugado toda la vida con mi madre al 11113. Yo juego al 13, no al 155.
¿Desayuno, comida o cena?
Desayuno
Un aperitivo
Unas anchoas de Arlequín y un vino blanco de Ribera del Asón
De cuchara
Alubias rojas
De tenedor
El jargo al horno de mi madre
Un postre
Una quesada de Cantabria
Un lugar para comer
Tetuán. ¡Estaría bueno! Mi Tetu…