Reconoce ser chico de humo, gente y bares; un macarra ilustrado y más del bebercio que del comercio. De sangre cántabra y argentina y adiestrado en Nueva York, donde pasó parte de su infancia, este artista polifacético al que no resulta nada fácil encasillar lleva casi tres décadas pisando fuerte. Apasionado del cine y de todas las artes, afirma que vive en un continuo blues, además de volcado en ser razonablemente feliz.
Pregunta.– Si digo que es de naturaleza madrileña, esencia cántabra y alma neoyorkina, ¿acierto?
Respuesta.– Sí. Desde luego que sí. Aunque podrían permutar el alma, la esencia y la naturaleza y las ciudades. Santander es mi patria igual que lo es Nueva York. Madrid un escenario importantísimo de mi vida.
P.–Vivo más de noche que de día; sueño más despierto que dormido; bebo más de lo que debería… ¿Voy bien?
R.– Es una muy buena letra de La Fuga. Va bien, si. Aunque yo soy de vivirlo todo, la noche y el día. Y de soñar lo justo y mejor dormido. Y es que hay sueños que no se tienen por qué cumplir, que se tienen que quedar en lo que son. En sueños. Es terrible la necesidad impuesta de cumplir los sueños que se nos muestra en la sociedad actual. Están fabricando con esa falsa y superflua necesidad generaciones de individuos amargados. La frustración avanza y eso es peligroso. Hay sueños que son sueños y eso deben ser siempre. Aspiraciones y metas volantes para ser feliz las hay, claro que las hay. Y, con cierta mesura, hay que tratar de cumplirlas, pero sin dramas.
P.– En la mayoría de las reseñas aparece como músico, actor y escritor. ¿No deberían incluir también vividor (en las acepciones que recoge la RAE de persona laboriosa que busca modos de vivir o de persona que vive la vida disfrutando de ella al máximo)?
R.– Mis profesiones son esas tres que usted ha nombrado. No soy un vividor. Soy un tipo que trabaja mucho en un sector siempre vilipendiado y que trata de ser razonablemente feliz. Nada más.
P.– Este año estrena década. ¿Listo para afrontar la crisis de los 40?
R.– Llevo teniendo crisis existenciales desde que tengo uso de razón así que una más no me asusta. ¡Preparado, listo y dispuesto!
P.– Dicen que el blues nació del látigo, pero también de la fiesta y de la pasión. A usted, ¿por dónde le llegó?
R.– Descubrí el blues gracias a The Doors. Tal vez no sea la manera más ortodoxa. Después conocí a Robert Johnson y poco a poco al resto de artistas significativos del género. He estado envenenado con la imaginería cultural norteamericana y si hay algo que me une al género musical y a su historia es la pasión. Soy desmesuradamente apasionado con todo lo que hago. Y no lo digo como una virtud. Si uno vive en un continuo blues, solo puede cantar blues. Y ese es mi caso.
P.– Canta como los ángeles o como los negros. ¿Con qué piropo se queda?
R.– Ambos me sonrojan y ambos se los agradezco. ¿Ángeles negros? (risas).
P.– Cuenta que Robert de Niro le dijo hace ya bastantes años que usted era un tío cachondo y con suerte. ¿Lo clavó?
R.– Sí, desde luego. Y en esa ocasión fui extremadamente afortunado. Tuve la oportunidad de conocerle y charlar con él en la galería de arte de Carmen Gamarra, en Madrid. Tomamos unos cuantos Dry Martinis y hablamos de cine y de arte. Fucking lucky guy, I was!!!
P.– Pablo Picasso decía “Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando”. A usted, ¿cómo le suele coger?
R.– Pues casi siempre frente al ordenador escribiendo o repasando música, o leyendo, o viendo alguna película, o admirando alguna otra obra de arte… Trabajando. También trabajando.
P.– Acaba de publicar su quinto libro “¡Vosotros no sabéis!”. ¿Qué es lo que no sabemos?
R.– Es una figura lírica. Con “¡Vosotros no sabéis!” se cierra un proceso de creación que ha durado dos años y medio profundamente intensos, de mucho trabajo escribiendo, de mucho trabajo con The Cocooners tocando y de mucho, muchísimo trabajo interpretando también. Es una oda personal a Nueva York, a mi Nueva York y también a Santander. A las ciudades que he habitado, a la noche… Es una oda al blues en forma de poema y de monólogo teatral… Es una alabanza a todo lo que me ha hecho feliz y un repaso a lo que me ha hecho también terriblemente infeliz. A lo confesable y a lo inconfesable. Espero poder presentarlo pronto en Santander con un concierto/recital en compañía de mi amigo y guitarrista Sergio González, que ha sido testigo de mucho de lo bueno y lo malo que me ha sucedido y que aparece en este libro, a lo largo de nuestros años de intensa amistad.
“Hay sueños que no se tienen por qué cumplir, que se tienen que quedar en lo que son. En sueños. Es terrible la necesidad impuesta de cumplir los sueños que se nos muestra en la sociedad actual”
P.– Dígame un papel por interpretar.
R.– Todos los papeles jamás escritos.
P.– No podríamos resistir esta pandemia sin películas, sin libros, sin canciones. Pese a ello, la cultura aparece relegada al pelotón de cola en el plan de recuperación diseñado por el Gobierno de España, según denuncia el sector. ¿No somos país para creadores?
R.– Por supuesto que somos un país de estupendos creadores. Sin ninguna duda. Y en todos los terrenos. El problema es la gestión… Y no solo la pública. No quiero abrir ese melón, que como le dije soy demasiado apasionado para algunas cosas y me extendería hasta el hartazgo.

“Soy efectivamente un carnívoro patológico. Todo bien regado, por supuesto. Podría comer carne para desayunar, almorzar y cenar, y no tendría ningún problema”
P.– Dice ser carnívoro patológico y bebedor de buenos vinos. ¡No me diga que no le gustan los peces!
R.– Pues fíjese que me gustan pero menos… Soy efectivamente un carnívoro patológico. Todo bien regado, por supuesto. Podría comer carne para desayunar, almorzar y cenar, y no tendría ningún problema. Fíjese, en La Posada del Mar he comido uno de los mejores bifes de mi vida. ¿Cómo son los nombres, vio?
P.– No hace mucho cumplió su sueño de tener un bar –Bar Natán–, aunque sea clandestino y un tanto difícil de encontrar (solo se puede visitar en podcasts). ¿Benditos bares?
R.– En los bares pasan las cosas. Y en los clandestinos más todavía. He tenido la oportunidad de hablar con gente a la que quiero y admiro. Siempre ha sido bajo la atenta mirada de un barman. Bajo la luz tenue de una barra. Me gustan mucho los bares. Los buenos, los que que para muchos son los malos… No es ningún secreto.
Un poco más
- Desayuno, comida o cena
Comida. Descuido el desayuno y es sabido por todos que los músicos cenamos muy poco. - Un aperitivo
Un Manhattan preparado por mi madre, Rosa Pereda, que los hace como los ángeles. - De cuchara
El cocido montañés que hacía mi abuela Marichu, sin ninguna duda. - De tenedor
Un buen entrecot en cualquier Stake House de Nueva York. - Un postre
El panqueque de dulce de leche con helado por encima. - Un lugar para comer
La casa de mis padres, sin ninguna duda.