Jesús Mazón · Comunicador, presentador y gestor cultural

Coqueto y delicado, luce cuidada estampa y sonrisa perenne. De modos ilustrados, habla con reposo y empaque. Presume de familia y amigos y dice ser sencillo, buena gente y muy de Puertohico. Padre de Rita su inseparable perra Cavalier, se declara muy casero, más de series que de cine y poco de bares. Asegura que vivir es equivocarse, que en ocasiones menos es más y que no existe el te quiero para siempre. Y que si le dan la elegir, prefiere que la vida le sorprenda.

Pregunta.– Intenso, vital, optimista, apasionado. ¿Ese es usted?

Respuesta.– Sí, soy yo. Me reconozco en esos adjetivos. Añadiría buena gente, trabajador, casero y fiel a mi vida y a mis amigos.

P.– Dice ser comunicador, un adjetivo que la RAE atribuye a una persona con una actividad pública: que se considera capacitada para sintonizar fácilmente con las masas. ¿Se identifica con esta acepción?

R.– Absolutamente. Desde hace 23 años no he hecho otra cosa que comunicar. He comunicado mis trabajos, tanto en televisión como en radio; los eventos, los proyectos de cultura… Al final, dependo de la gente y a través de la comunicación he conseguido llegar a ellos, afortunadamente.

P.– La neurociencia sostiene que sin emoción no hay aprendizaje porque solo se puede aprender lo que se ama. ¿Ha aprendido mucho?

R.– He aprendido mucho. Pero yo añadiría que además hay que nacer con un don especial, con un talento para dedicarte a según qué cosas. No todo se aprende con el tiempo. Hay un componente genético, de ADN, que te permite ser bueno en lo que haces. El cantante que quiere serlo y no tiene buena voz, difícilmente será artista. Yo siempre quise ser presentador. Recuerdo mi infancia enfrente de un espejo presentando informativos. Presentaba ‘Informe Semanal’ y quería ser Jesús Hermida, Mayra Gómez Kemp, Encarna Sánchez… los profesionales que veía o escuchaba por aquel entonces. He tenido la inmensa suerte de poder dedicarme a lo que he querido ser toda mi vida. Yo ya estaría plenamente desarrollado y he podido amar lo que he hecho siempre.

“Me gustaría entrevistar a personas a las que ya no puedo porque ya no están. A Lorca, a Ava Gardner, Jane Austen, Virginia Woolf…”

P.– La imagen, ¿vale más que mil palabras?

R.– Completamente. Vivimos en un momento en que todo son imágenes. De hecho, hay redes socialesenlasquelafotografíahablaporsísola y apenas tienen texto. Esto, sin duda, puede ser peligroso porque tendemos a perder algo tan importante como es la escritura o el lenguaje.

Le cuento una anécdota: hace muchos años entrevisté a María Teresa Campos y le pregunté qué me recomendaba. Y me contesto: hagas lo que hagas, digas lo que digas, vete siempre arreglado y guapo, porque al día siguiente la gente solo se va acordar de lo bonita que era tu camisa, tu traje o tu corbata. Esto demuestra que la imagen vale más que mil palabras; no recordamos lo que nos dijeron, nos acordamos de lo que vimos.

P.– En ‘Alegría de vivir’, Ray Heredia cantaba “ahora siento y pienso adentro, lo que habrá dentro de mí; yo la busco y no la encuentro, mi manera de sentir”. ¿Cómo es la suya?

R.– Supongo que, como todo el mundo, soy una montaña rusa. Sigo siendo un soñador, un romántico, un nostálgico; dudo y me caigo mil veces al día, pero me levanto y sigo caminando. Si algo nos ha dejado esta pandemia es que nada es tan importante ni necesitamos tantas cosas. Aunque por mi profesión la gente no lo crea, soy un tipo muy sencillo en la intimidad, y así quiero seguir.

P.– Afirma que le importa poco lo que los demás piensen o digan de usted. ¿Es porque se va haciendo mayor o siempre ha sido así?

R.– Es porque me estoy haciendo mayor. Y sí me importa lo que digan o piensen. Pero es verdad que con el tiempo te vas dando cuenta que no todo el mundo puede hacerte daño. Esa fragilidad va desapareciendo. La madurez da un poso, una tranquilidad que te permite ir separando la paja del trigo. ¡Para algo tiene que servir hacerte mayor! Afortunadamente creo que no me va sentando mal. Ahora soy menos tonto que antes.

P.– Otro Jesús, Quintero, afirmaba hace años que como periodista le quedaba entrevistar a Dios y al diablo. ¿A quién le queda a usted?
R.– Me gustaría entrevistar a personas a las que ya no puedo porque ya no están y a los que admiro. A Lorca, a Eva Gardner, a Jane Austen, a Virginia Woolf… ¡A tanta gente! Y tal vez quizá mejor que ya no estén porque seguramente tendrían Instagram y otras redes sociales en las que nos lo contarían todo. Es una exposición a la que nos lleva esta vida un tanto absurda.

P.– En las distancias cortas los políticos arriesgan poco y no tienen mucho que contar fuera del discurso político. Dígame por favor alguien que se salga de este guion.

R.– Yo tengo amigos de diferente color político. Y veo sus miedos e incertidumbres. De todas formas, no creo en políticos buenos y en políticos malos. Me llevo bien con todo el mundo. Soy un tipo que no tengo enemigos. A los que no caigo bien, tampoco me caen bien ellos, con lo cual no tenemos relación. Dicho esto, creo que hoy en día no es nada fácil ser político. Es casi un desprestigio.

P.– ¿Qué pregunta nunca se haría a sí mismo?

R.– A veces tengo miedo a preguntarme ciertas cosas pero no por la pregunta, sino por la respuesta. ¿Soy feliz? ¿Qué me falta por vivir? ¿Voy por el buen camino? Tengo miedo a responder lo mismo, que a lo mejor me estoy equivocando y que estoy como un hámster dando vueltas sin necesidad.

Muchas veces también me pregunto qué hago aquí en Santander. Si mi vida hubiera sido diferente si me hubiera ido a otro lugar. No descarto nada. Hasta el día de hoy esta ciudad me da mucho felicidad. El día que no me la dé, me iré. En cualquier caso, cuanto más te preguntas, peor. Hay que ser un poco plano y no estar todo el día autoanalizándote. Hay que ser un poco rubia en la vida.

P.– Se define muy ‘perrero’ y asegura que no se imagina una vida sin perros, sin la compañía, lealtad y cariño que ofrecen estas mascotas. Las personas, ¿deberíamos tratar de seguir su ejemplo con un poco más de empeño?

R.– Diría que con un poco no, con mucho. Soy perrero, pero no me gustan todos los animales ni todos los perros. He tenido la suerte de tener dos perras maravillosas. Creo que la lealtad, la compañía, el afecto, el cariño o la honestidad que te da un perro difícilmente te lo da una persona. Estoy muy acostumbrado a que la gente se acerque a mí por diferentes intereses, fundamentalmente para conseguir contactos. En cambio, con los perros no ocurre así. La palabra amigo es muy seria. En la vida te das cuenta de que menos es más. Que hay que cuidar a las personas que te quieren de verdad. Y ya está. Los demás, van y vienen. El te quiero para siempre no existe.

P.– Entusiasta de lo british, pero muy de Puertochico. ¿Really, Jesús?

R.– (Se ríe) Sí. Tengo alma inglesa pero de Puertochico. Me gusta mi barrio y mucho la zona. Siento que hemos hecho barrio entre todos. Y eso es muy bonito. Aquí tengo la sensación de barrio que no había tenido antes en ningún otro sitio. Puertochico se ha convertido en el barrio de moda de Santander. Es el Malasaña o el Chamberí. Es el Soho y el Tribeca de otras ciudades.

P.– El mestizaje cultural y social es imprescindible para acabar con cualquier tipo de discriminación. ¿Lo suscribe?

R.– Sí. Sobre todo porque vivimos un tiempo de involución. Estamos desandando lo andado. En España hemos conseguido en muy poco tiempo derechos que tardan mucho más tiempo en asentarse socialmente. Y nos estamos dando cuenta de que esos derechos conseguidos se están deshaciendo con mucha rapidez por culpa de los radicalismos y extremos en los que ahora estamos instalados. Estamos continuamente a la gresca y enfrentándonos unos con otros. Y eso no nos lleva al consenso. Una sociedad no se cambia con una ley. Ni a golpe de un tweet. Se cambia después de muchos años de convivencia con esa situación hasta que la gente lo acepta con normalidad. De pronto, nos hemos dado cuenta de que lo que parecía que se estaba tolerando, no era realmente así. Que aún se utiliza despectivamente el término maricón, o el de puta. Y eso hace que ni las mujeres tengan tantos derechos, ni los homosexuales. No se vive con tanta normalidad como se aparenta. En el fondo, no hemos conseguido tanto. Para que haya cambios importantes hace falta más tiempo. La sociedad no cambia tan rápidamente. Hay que seguir luchando en torno a la mujer, a la homosexualidad… Porque, como decía, maricón y puta siguen estando ahí.

Jesús Mazón · Comunicador, Presentador Y Gestor Cultural

«A veces tengo miedo a preguntarme ciertas cosas pero no por la pregunta, sino por la respuesta”

P.– En ‘Si volviera nacer’, Jorge Luis Borges dejó escrito: “Si pudiera vivir nuevamente mi vida… En la próxima cometería más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido; de hecho, tomaría muy pocas cosas con seriedad”. ¿Usted también lo haría?

R.– Suscribo cada una de esas palabras. Vivir es equivocarse. Si me dan a elegir, no me gustaría equivocarme tanto como Borges, porque la equivocación es sufrir, una torta, y a mí me gustaría sufrir menos. Considero que todo lo que he conseguido no ha sido nunca fácil. Como buen Sagitario, soy muy perfeccionista y eso conlleva sufrir constantemente. No recuerdo nada que no haya supuesto un lío, un problema, algo que solucionar. Ahora, después de muchos años, me estoy dejando llevar por la vida. Lleno de miedos, pero sin grandes responsabilidades, porque esas ya las tengo casi cubiertas. La vida nos acaba de enseñar que llega un bicho y nos mete en casa. Por eso, creo que no se puede tener todo cerrado y controlado. Prefiero que la vida me sorprenda, que no es poco, pero para bien.

P.– ¿En la tuya o en la mía? Elija casa para la próxima entrevista.

R.– En la mía. Porque me gusta mucho la decoración y soy un nómada de casas. Me gusta comprarlas, arreglarlas, disfrutarlas y luego venderlas. Así que allí nos vemos, en Puertochico.

Un poco más

  • Desayuno, comida o cena?
  • Desayuno. Y siempre fuera de casa.
  • Un aperitivo
  • ¡Rabas! Con mahonesa o alioli.
  • De cuchara
  • Alubias, garbanzos… Cualquier potaje.
  • De tenedor
  • Un buen arroz.
  • Un postre
  • Tarta de queso.
  • Un lugar para comer
  • La casa de mi madre.