En su segundo verano al frente de la UIMP, este catedrático de Álgebra de dilatada experiencia en gestión universitaria reconoce que va conociendo mejor lo que la institución necesita. De mirada limpia y amplia sonrisa, habla sin prisas pero con decisión y exhibe amabilidad, cercanía y confianza. Asegura que en la comida le da a todo, que le gusta bañarse en el mar una vez terminadas sus obligaciones académicas y que promete disciplinarse y correr un rato antes de empezar su jornada diaria.
“El futuro de la UIMP lo imagino con una gestión más autónoma; que podamos tener la naturaleza jurídica de cualquier universidad y, a partir de ahí, una gestión más eficiente, eficaz y dinámica”
Pregunta.– ¿Cómo prefiere que le llame, Rector Magnífico o magnífico rector?
Respuesta.– Rector Magnífico. Magnífico rector parece que lo soy y yo dudo mucho de que lo sea. Es el tratamiento.
P.– Cuando tomó posesión de su cargo, hace ahora 20 meses, asumió el encargo de reinventar la UIMP y reencontrar su papel y su sitio en el siglo XXI sin perder sus señas de identidad. ¿Aún seguimos en esas?
R.– Aún seguimos en esas. Hemos avanzado porque yo mismo he ido conociendo la UIMP y ahora mismo creo que estoy en condiciones de ir definiendo sus señas de identidad, su ADN, de una manera mucho más precisa. Pero sí, seguimos en ello. Estamos trabajando en un plan estratégico, y justamente eso es la parte fundamental. Porque lo que uno quiere hacer tiene que ir en consonancia con qué es y lo que se quiere ser.
P.– Lo suyo son los números. ¿Le cuesta cuadrar los de la UIMP?
R.– No me cuesta cuadrarlos si se admiten números negativos. Lo que cuesta es que las cuentan salgan en positivo, aunque lo logramos en muchísimo casos, porque necesitamos más financiación.
P.– ¿La financiación es entonces el principal caballo de batalla de la UIMP?
R.– No. He cambiado el orden de prioridades de la universidad. Si hace un año decía por este orden financiación, personal y naturaleza jurídica, ahora yo pondría personal casi al mismo nivel que naturaleza jurídica porque van muy, muy de la mano; y financiación. Y no porque ésta sea menos importante, sino porque es menos urgente.
P.– ¿Qué tiene esta universidad que no tengan otras, además de un marco incomparable?
R.– Que es distinta. Somos la única universidad en España que no tiene plantilla de profesorado, lo que supongo que a muchísimos rectores les dará una envidia tremenda. Es verdad que este hecho absolutamente diferencial te permite plantearse las cosas de otra manera. Como yo digo siempre, lo que hay que definir es qué es lo que se quiere hacer y, una vez que lo tienes claro, ir buscando a las personas, no solo las que tú tienes que tener a priori, porque no tienes a nadie, sino las que haya y las vas buscando en Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia… O en la empresa Microsoft, IBM o donde sea.
P.– Europa y la Unión Europea es, desde distintos ángulos, el hilo conductor de la programación de este año. ¿Por vocación europeísta o por necesidad (España ha asumido desde el 1 de julio la presidencia de la UE)?
R.– Sin duda por lo primero, aunque lo segundo es una excusa para reforzar lo primero. Europa ha ayudado a nuestro país enormemente. Desde nuestra entrada hace cerca de cuarenta años este país ha cambiado radicalmente gracias, en una aportación muy importante, a la UE, tanto económica, como al mismo tiempo, institucionalmente. Para reforzar ese vínculo, en un momento además en el que la UE necesita de un impulso porque en el devenir político hay voces que son más críticas, o digamos menos entusiastas, con momentos de una gran complejidad en Europa, pues la excusa de la presidencia española de la UE nos servía para reforzar ese mensaje.
P.– Con el centenario de la institución a la vuelta de la esquina, aboga por que la UIMP envejezca con salud y sin perder su ADN. ¿Conseguirlo pasa por sacar adelante el plan estratégico del que antes hablaba?
R.– Sí, bueno. Pasa por sacar el plan estratégico y, sobre todo, por cumplir lo que pongamos en él. Este plan es una hoja de ruta a seguir, un ejercicio de reflexión sobre cuál es el papel de la UIMP hoy y en el futuro en el sistema universitario español, en el sistema de ciencia, en la sociedad, en Santander… Y eso creo que siempre es bueno. La UIMP tiene un prestigio incuestionable e impresionante y lo que hay que hacer es evitar que se vaya deteriorando por el paso de los años. Que siga cumpliendo años y que ese prestigio siga creciendo en todo lo que podamos.
P.– Vivimos cada vez más bajo la gobernanza de los datos, de los algoritmos, de la inteligencia artificial y de la robótica. ¿Frente a este digamos totalitarismo tecnológico no echa de menos un relato más humanista?
R.– Sí, cómo no. Y más en esta universidad. Uno de nuestros objetivos es precisamente es dotar de una carga humanista importante a la programación de los cursos de verano. Porque, en contra de lo que yo creo que en el imaginario colectivo tenemos en la cabeza de que las humanidades tienen mucho más peso que las ciencias, pues no es verdad. O por lo menos no es verdad en algunos aspectos. Por ejemplo, uno de los adoquines fundamentales de nuestra programación son las escuelas académicas. Si las miramos, vemos que casi todas son de ciencias. Queremos compensar y equilibrar esa programación con la inclusión este año de una escuela de estudios clásicos que se sume a ya existente de gramática e ir definiendo otra sobre economía desde el punto vista más social. Nos gustaría dejar también una sobre filosofía. Es decir, ir abriendo más el espacio hacia las humanidades.
P.– Asentándose sobre lo ya construido, ¿cómo se imagina el futuro de la UIMP?
R.– Me lo imagino con una gestión más autónoma; que podamos tener la naturaleza jurídica de cualquier universidad y, a partir de ahí, una gestión más eficiente, eficaz y dinámica. Y en la parte académica, continuando con el prestigio, una universidad en la que todo el que tenga algo que decir venga aquí a contarlo. Finalmente, donde recuperemos una afluencia masiva de estudiante universitarios. Ahora mismo hay que potenciar esa presencia de estudiantes más clásicos por lo que supone de conectar con los jóvenes. El perfil de estudiante de la UIMP es extraordinariamente diverso. Hay desde los estudiantes universitarios y profesores, hasta profesionales, ciudadanos interesados y hasta personas más mayores ya retiradas a las que les gusta estar al día. Dentro de todo ese abanico, creo que debemos cuidar especialmente a la parte más joven. Que no vean la UIMP como algo que ya no les concierne a ellos.
P.– ¿Sobran universidades o faltan estudiantes?
R.– Bueno. Creo que el número de universidades públicas se han mantenido desde los años noventa. Seguimos en 50. Lo que sí ha habido es una eclosión de universidades privadas que, efectivamente, globalmente quizá estamos creando una inflación de centros. Si se compara con lo que ocurre en otros países todavía no salimos demasiado desfavorecidos. Pero creo que hay que tener cuidado porque lo que sí es un hecho incontestable es que la población entre 18 y 25 años está disminuyendo. Ya viene haciéndolo desde hace años y va a seguir así. Al mismo tiempo, es verdad que la UE ya ha dicho que el 60% de los trabajadores actuales van a necesitar formación a lo largo de su vida laboral para actualizar sus conocimientos. Por tanto, es posible que el perfil de estudiante vaya a cambiar. Pero volviendo al principio, creo que efectivamente hay una inflación de universidades, no públicas, sino privadas.

“Además de una infrafinanciación estructural, en las universidades hay también un problema de gestión porque la normativa de este país está basada y surge un poco de las desconfianza en las instituciones”
P.– Hagamos un paréntesis para hablar de las cosas del comer. La gastronomía es cultura. ¿Verdad o mentira?
R.– Verdad. Además, forma parte de nuestra cultura. No hay más que ver que no en todas partes se come lo mismo ni se cocina de la misma manera.
P.– Hay quien sostiene que la historia también se escribe en los platos y entre ollas y sartenes. ¿A qué sabe la suya?
R.– Yo soy una mezcla rara. Nací en Reus y por tanto en el Mediterráneo, pero mis padres y toda mi familia son castellanos. Por eso, mis fogones tienen más que ver con Castilla que con cualquier otro lugar, aunque luego el mestizaje me resulta extraordinariamente atractivo.
P.– De vuelta a casa, usted siempre se ha mostrado como un firme defensor de la educación pública. Los problemas de las universidades españolas, ¿son más de gestión o de falta de recursos?
R.– De las dos cosas. Hay una infrafinanciación estructural que reconoce hasta el propio ministerio. Y, al mismo tiempo, hay también un problema de gestión porque la normativa de este país está basada y surge un poco de las desconfianza en las instituciones. Es verdad que hay que controlar, pero creo que hay que hacerlo precisamente desde un punto inicial de confianza en los responsables. Es decir, usted gestione y si luego gestiona mal, no se preocupe que ya actuaremos.
P.– Los impulsores de la nueva Ley Orgánica del Sistema Universitario, en vigor desde abril, defienden que el nuevo texto aumenta la financiación de las facultades, reduce la temporalidad del profesorado, lucha contra la brecha de género, apuesta por la transferencia de conocimiento y mantiene un equilibrio entre la docencia y la investigación. Sus críticos, por contra, aseguran que abre las puertas a la ideologización de los campus universitarios, incluso en contra del criterio del Tribual Supremo, que establece que las universidades están sujetas al principio de neutralidad predicable de toda Administración pública. ¿Qué opina usted?
R.– Opino más lo primero que lo segundo. Fíjese, recuerdo que en mis años de estudiante la universidad se pronunciaba sobre todo. Creo que hablar y pronunciarse sobre lo que está pasando tiene que tener cabida en la universidad. Lo que hay que ser conscientes es de que eso no se puede imponer. Todo lo que tenga una componente ideológica es evidente que es susceptible de ser opinable y, por tanto, no se puede imponer. A discutir y que se saque incluso un manifiesto no le veo nada realmente perjudicial. Otra cosa es que se vote una cosa y que el que no piense igual quede como anatemizado y expulsado de la universidad. Si hay un sitio donde se puede hablar y discutir de todo es la universidad.

No conozco las letras de ‘Santander, la Marinera’ ni de ‘Un verano en Santander’,
Pero las bajaré de internet y me encantará aprendérmelas y cantarlas.
Porque además soy muy cantarín”
P.– Dígame, ¿cuál es el mejor antídoto contra la ignorancia?
R.– La cultura. La educación, la formación y el estudio. Y diría que también la humildad para saber que uno no está en posesión de la verdad y de que incluso verdades que hoy se creen que son inmutables la ciencia nos ha demostrado que mañana dejan de serlo.
P.– Única, Interdisciplinar, Multicultural y Puntera. ¿Estos adjetivos encajan bien con el acrónimo de la UIMP o tiene usted otros?
R.– (Se ríe). Esos son perfectos. Me parece estupendo.
P.– Aboga por imbricarse más en el tejido social de la ciudad. ¿Se sabe ya la letra de ‘Santander, la Marinera’, de Chema Puente, o la de ‘Un verano en Santander’, de Los Carabelas?
R.– No, no, pero me bajaré las letras de internet y me encantará aprendérmelas y cantarlas. Porque además soy muy cantarín. Me gusta cantar, y hasta he hecho mis pinitos en algún coro.
Un poco más
- Desayuno, comida o cena
- Desayuno
- Un aperitivo
- Me encantan los mejillones
- De cuchara
- Una fabada
- De tenedor
- Un buen pescado. Y aquí los hay muy buenos
- Un postre
- Tarta de queso
- Un lugar para comer
- En una terraza con vistas al mar